Cuando legué a su vientre me sentí totalmente seguro.
Un terciopelo suave me envolvía, y un resplandor de cielo me cubría.
Se movía mucho, trabajaba mucho, pero hacia mí siempre ofrecía
un cariño suave, discreto y seguro.
Nadie sabía de mí, sólo el Padre y ella, que ya había tenido tantos otros.
En su vientre crecí, en su vientre sentí la Paz,
en su vientre fui elegido, en su vientre un pacto se selló.
Un pacto que nada ni nadie podía evitar.
Al nacer y crecer fuera ya de su entraña,
la conocí más, conocí más a Dios,
conocí más la certeza absoluta de Su Presencia;
y gracias a ella sé muy bien acogerme y
sentir el Amor Maternal de María.
Este es mi homenaje para ti hoy Mami,
Y eres tú quien viene,
la del “vientre de oro”, la de “los muchos”.
Gracias por todos tus tesoros,
conectados en “hilo directo” con el Padre de la vida.
Hoy no te felicito, sólo te doy gracias,
pues vives ya en la Felicidad total, en la que siempre esperaste.
Desde allí, madre, enseña e infunde a todos tus hijos ese Amor divino,
y enciende en esas muchas madres, que hoy son también tus nietas y bisnietas,
-en una vida diferente a la tuya-
ese precioso Don de la Maternidad.
¡Gracias Mami!
Sumergido en tu cielo vivo y muero.
Tu hijo,
Abril 14, 2017