29 de Junio de 2015
Queridos hijos
en Ámense:
Hoy es un día muy especial para nosotros: Sara y Alberto, pero no será
menos especial para Ámense.
Es un día en que se celebran al mismo tiempo dos gigantes, continuadores de
la Obra de Jesucristo: San Pedro, judío de adentro, que Jesús puso como
"cabeza" y San Pablo, el judío "de afuera" (del exilio)
apasionado e incansable fundador de muchas comunidades cristianas. No fue por
azar que este día haya sido escogido para ordenarme como sacerdote
(Alberto), hace 25 años y; luego por nosotros para casarnos, por la Iglesia
(pues, casados ya estábamos ante los hombres, desde el año anterior en Sept. de
2005, que cumpliremos 10). Pero son las lecturas de hoy, las que nos dan la
pauta y la clave para celebrar este día. Observemos que son textos marcados por las prisiones y las libertades, que nuestro salvador propicia para los que lo
siguen.
Queremos enfocarnos hoy en la antífona del Salmo. "El Señor me libró
de todas mis ansias", y pudimos ver, en este amanecer, una larga lista de
"ansias" de las cuales nos ha liberado el Señor. Son
incontables, pero voy a referirme (Alberto) al conmemorar 25 años
de sacerdocio, sólo a algunos hechos más importantes, que jalonan
esta historia, comenzando desde mi juventud.
- Escapé de los controles del hacerme médico en
Cuba, de un acto de repudio y del servicio militar, cuando en el tercer año de
la carrera, salí para entrar al seminario y; luego, ya dentro, me sentí colmado
de felicidad habiendo sido tratado más conocidamente y valorado desde mi Fe,
pudiendo orar en clases y discutir temas de la vida de fe.
- El aprender cómo la disciplina y el orden de
cada día, ayudan a aprovechar tanto el tiempo y escapar de los tiempos de
"ocio" infructíferos (vanas conversaciones, vacíos...).
- Más tarde, debí empezar a aprender a escapar,
desde dentro, de todos los enredos y conflictos que se daban en las relaciones
clericales y de seminaristas, separándome y dedicándome a lo que me tocaba en
ese momento: estudiar, orar y trabajar pastoralmente el fin de semana. En mis
ratos de oración más íntima comencé a sentir una voz interior que me decía
"SAL" y, como esta era insistente, mi búsqueda durante muchos años
fue encontrar ¿a dónde salir? ¿por dónde?, mientras externamente todo se
mantenía para mí "igual", siguiendo las normativas de la formación
sacerdotal y franciscana.
- Llegué a mi Ordenación Sacerdotal un día como
hoy, después de un largo discernimiento, pues veía las estructuras clericales
como algo que limitaría mi entrega y mi verdadera vocación a realizarme; pero
ese día llegué a la celebración de mi Ordenación con una sensación clara de
libertad en mi opción, teniendo muy resuelto dentro de mí, que el ser
sacerdote, en sí mismo, no es un límite a mi libertad; sino que sería en mí
mismo, en donde estarían esos frenos; aunque en realidad no veía ninguna salida
concreta que me permitiera ser libre y al mismo tiempo ser sacerdote. Sin
embargo, sólo la inmensa Paz y tranquilidad que sentía, y la sed de Seguirlo a
Él, me iluminaban. (Recuerdo que al terminar la gran ceremonia en la catedral
de la Habana, me fui caminando sólo, [si iba con más personas no lo
recuerdo, me sentía como flotando], a tomar la lancha de Regla para ir para el
convento franciscano de Guanabacoa y me acosté a dormir en Paz).
- Otro hecho significativo fue el ser seleccionado
para salir de Cuba a estudiar en Roma, donde viví desde mediados de
1990 a finales de 1994, lo que me permitió, además de lograr estudios superiores, conocer
muchos países de Europa, Asia, América Central, el Caribe y América
del norte. Mientras me vi libre del pequeño mundo de nuestra Cuba, de su “período
especial”, encontré cuán aprisionado estaba de los daños ocasionados por un
régimen así, prisión que me acompañaba, pues estaba en mí, pero la distancia me
iba permitiendo distinguirlo y comenzar a sanar y liberar; nutriéndome al mismo
tiempo de la luz de un mundo democrático, con mucha más amplitud de miras, pero
lleno también de frenos y cegueras interiores, con las que tuve que aprender a
lidiar; y superar el reto de las "tentaciones" de todo tipo,
manteniendo intactos mis votos de pobreza, castidad y obediencia.
- Con la crisis de los balseros del 94, me había
graduado ya de Licenciado en Espiritualidad, y me pidieron terminar el
Doctorado debido a las altas calificaciones; pero se desató en mi un ansia -aún desde mi vínculo con Dios y con "Cachita"- de ayudar a los
cubanos en los campos de refugiados de Guantánamo, luché para obtener los permisos
necesarios en mi Orden Franciscana y los obtuve, pero tanto el gobierno
norteamericano, como el gobierno cubano y su iglesia, impidieron esa
posibilidad, y el Nuncio Apostólico de Cuba, me pidió regresar a allá,
lo cual hice sin demora, después de un retiro de dos días en Asís. Esta
experiencia me dejó la sensación de la existencia de una especie de BLOQUE muy
fuerte, de la alta política internacional, que tenía que ver con los males de nuestro
país y, que la causa no estaba sólo en "una persona". El Señor me
libró, en este caso, de una "inocencia" o inmadurez que podía tener,
en relación a ese mundo de la política y, sobre todo, de los medios de
comunicación, inmadurez que hubiera podido ser tierra fértil,
para dar paso en mí a las tentaciones de la fama y del poder, ya que también tuve
muchas oportunidades de salir a la luz social a través de entrevistas, y medios sociales
que no escapaban de todo el entretejido del que hablo anteriormente, además de
propuestas concretas que tuve en Roma, para terminar el doctorado, laborar en
el Vaticano y, hasta de ser nombrado como obispo en un futuro no muy lejano de ese momento.
- Las ansias de aportar a la libertad de mi tierra se hicieron fuertes estando
ya en Cuba, donde me encontré un pueblo languideciendo de falta de comida y de
lo más elemental, agredido en todo. En Santa Clara de Lawton comencé,
como párroco, los "Jueves de adoración y súplica por Cuba", donde
muchos llevaban sus angustias y situaciones para orar juntos por ellas e
implorar soluciones; lo cual fue agredido directamente por la Seguridad
del Estado, y la falta de apoyo de la Iglesia oficial, trajo como consecuencia
que en menos de un año fuera dado el título de párroco a otro fraile, por lo que quedé
atendiendo la Iglesia de Luyanó y como maestro
de postulantes. Antes era también profesor del seminario, y miembro del equipo de formación
de la CONCUR, pero en poco tiempo, también se prescindió de mí para estos servicios. Aunque
pueda parecer lo contrario, todo esto, aunque sé que eran resultados de tramas
del régimen, era para mí liberador, pues había aceptado
esos cargos por la necesidad existente, pero No era mi deseo estar
encuadrado en esos parámetros y con tantas presiones. Esto me permitió tener
más tiempo y concentración para atender la comunidad de Luyanó, formar
catequistas y, sobre todo, crear un programa muy especial de formación semanal
para los jóvenes, apoyado especialmente en el impulso
creativo y pedagógico de Sara.
- Para la Visita de SS. Juan Pablo II, los
resultados de la misión preparatoria, en Luyanó, sobrepasaron las expectativas por las
respuestas masivas a todas las celebraciones. Recuerdo que en una de ellas, al
recibir a la Virgen de la Caridad, además de acusaciones directas de la
directiva de la "Oficina de asuntos religiosos" fui
agredido con un cuchillo en medio de un tumulto que organizó el régimen en la
entrada del templo, pero personas del Consejo de la Comunidad, reaccionaron a
tiempo y me halaron hacia dentro, cerrando las puertas en medio de
la Misa; en la cual quedé sin voz, y esto hizo que acudiera a Sara (para mi,
"la psicóloga"), para que hablara al pueblo y lograra la calma, sin
que el pánico se apoderara de todos. Milagrosamente María actúo a través
de la voz de ella, que logró una gran tranquilidad, abrimos las puertas y los agresores
quedaron confundidos y anulados, al dejárseles espacio
abierto y ser recibidos dentro del templo, con fervor, Paz y
aplausos para María.
- La visita del Papa Juan Pablo
fue toda ella un evento muy liberador, donde parecía que en esos días reinaba
en las calles la libertad. En la Misa de la Habana, las
aclamaciones de "El Papa Libre, nos quiere a todos libres", salieron de mí, como
una acción directa de Su Espíritu, y creo haber sentido una sensación de
felicidad como nunca antes en mi vida. Esto, a su vez, sería para el
gobierno, la gota que colmó la copa, donde ya se desencadenó, junto con el plan de
"despapización" de la Isla, el plan de ser sacado de los cargos de
formación en la Orden, y mandarme para pueblos de
campo de Villa Clara, donde fui párroco de Camajuaní, de Vueltas y, atendiendo el Central
Fe, y los poblados de la Quinta y Carmita.
- En toda esta reducción de mi
status, cuando los superiores me lo planteaban, siempre tuve la gracia de ver lo
que pasaba, pero yo no dejaba de obedecer sin reservas, viendo y
sintiendo la Mano del Padre y de María Santísima, que me daban la oportunidad de expandir
mis experiencias y llegar a más personas. Me cuidé mucho más de rozar la política en mis
homilías, pero mi espíritu pastoral innovador, salían espontáneamente de
mí, ganando mucha simpatía en los pueblos; sin embargo mi trabajo se veía
obstaculizado constantemente por advertencias directas del gobierno,
la infiltración de muchos "informantes o espías", el
lanzamiento de "bolas" difamatorias y, llegando tener un atentado a mi vida, al
zafar en la noche el pasador de la dirección del Jeep en que me movía; y por
milagros de Su protección, pude detectarlo y confirmarlo así con el mecánico,
antes de salir a la carretera abierta.
- En el año 2000, a través del
discernimiento, decidí solicitar oficialmente estar libre de las
obligaciones parroquiales y de iglesias, para dedicarme a dar cursos de manera
itinerante sin residir en un lugar fijo, esto no fue apoyado por los
obispos en general, pero había que esperar a noviembre, cuando se efectuaría el Capítulo
programático de mi Orden para el nuevo trienio. Entre tanto, invité
en el verano a la Dra. Sara, para dar cursos formativos a catequistas de la zona, y a jóvenes; siendo su éxito tal que muchos me solicitaron
que ella volviera, para ventilar inquietudes personales; problema que se resolvió con la idea
de Sara de crear grupos con un dinamismo interno especial y, que constituirían
más tarde los grupos Ámense.
- La Gracia de Dios se desbordó en
los meses en los que ya estaba liberado de parroquias (en enero de 2001) y con
la decisión "de arriba" de que me fuera de Cuba. Contaba aún con 6
meses para que se me venciera el límite puesto (18 de Julio, 2001), en los
cuales Sara y yo trabajamos incansablemente, de manera extra oficial, en casas,
fincas, terrenos abiertos, en muchos barrios de la Ciudad de la Habana y pueblos
de Villa Clara, Cienfuegos y la Habana campo, llegando a
formar 18 grupos Ámense, así como diferentes eventos de
convivencias inter-grupales. La entrega a esta realidad era
tal, que no me dejó sufrir el deber abandonar mi tierra, sintiéndome totalmente
impulsado por El y, podía creer que -quizá- al régimen le quedaba
poco.
- Pero lo verdaderamente feliz se da nuevamente
con un sello de contrastes: cuando a Sara le es
negada la visa a Colombia, donde iría a reunirse con su hijo, y
hubiera quedado allí en Cuba, "presa" por
diez años, según las normas del gobierno para los que habían trabajado en salud pública; alcancé
aún a poderla ayudar, con evidentes signos del Padre y
de María de la Caridad, para que viajara a los Estados Unidos, y viajamos a Miami justamente en el
mismo vuelo el mismo día límite: 18 de Julio de 2001.
- Pero, para mayor delicadeza de Él, en
la mañana, antes de partir al aeropuerto, quisimos abrir la Biblia
al azar y nos salió el salmo que decía: "Hemos salvado la
vida como un pájaro de la trampa del cazador, la trampa se rompió y escapamos...".
Ahora veo muy claro una conclusión: Creo en la paradoja que
vivieron Pedro y Pablo: que somos más libres, más nosotros mismos, mientras más
perseguidos y agredidos podemos ser. Mi verdadero sacerdocio –como fue
Su promesa al ordenarme- empezó a realizarse fuera de las estructuras
establecidas, dentro de un poder monolítico, y desde mi esencia interior, en
vínculo con Jesucristo. Tanto en las lecturas de hoy,
como en nuestra historia, el mensaje es claro: la verdadera libertad la
perdemos, no cuando nos encierran, no cuando nos
condenan; no cuando, desde afuera, nos llegan frenos; sino cuando nosotros
mismos nos dejamos conducir por las ataduras, los nudos, los bloqueos, los
vacíos, los daños, los miedos... que están en nuestro interior; pero, tanto
de las prisiones externas, como de las internas, de TODAS nos libra el Señor, según sus designios...
¡Qué bueno revivir y
recordar hoy esta historia!, cuyos detalles, al repasarlos, nos hacen ver más
claro cada vez, como a Pedro, que verdaderamente fue Su Ángel, quien nos
liberó y quien nos condujo a esta unión tan feliz como incomprendida, en su
momento, y que se sella cada vez más en un amor sin límites, sin dejar de dar y dar frutos
en donde quiera que estemos. ¡Qué sabiduría la del hermano sacerdote
que nos casó, un día como hoy, que dijo en su homilía. "Alberto fue un ángel para Sara y Sara fue un ángel para Alberto"; y en
verdad sabemos que el uno sin el otro se hubiera perdido!
Y, gracias al Sí del
Padre y de María, que hicimos nuestro, manteniéndolo en
medio de tantas pruebas, de afuera y de adentro de nosotros mismos, podemos hoy
alabar al Señor y darle gracias, pues nos ha hecho apóstoles
del mundo de hoy, que necesita dejar reinar a Cristo en el centro de nuestras
personas, de nuestros matrimonios y de nuestros hogares, para la salvación de
los niños y las generaciones venideras.
¡Bendito y Alabado seas, Dios Nuestro!
Padre Alberto y Madre Sara