La historia se repite y el dolor,
bueno, el dolor es el mismo,
yo diría que idéntico.
¡Cómo duele... mi tierra, cómo me dueles!
Desde lo más profundo de mi ser! cómo me dueles!
Desde mis tuétanos, desde mis entrañas.
¡Cómo me dueles mi tierra!.
No puedo recordar lo que viví contigo
hace unos años atrás, no puedo,
porque... ¡Cómo me dueles!
Recordar sería comprender lo que ahora te sucede,
cuan atrás está todo: la decencia, la moral, el decoro y
hasta lo más simple, lo que añoro, lo que quisiera;
incluso lo que comeré mañana...
¡Cómo me dueles mi tierra!
Que tristeza pensar que allí fui concebida
y entregada al vientre de mi madre,
mi madre que también fue concebida allí,
y mi abuela, y mi bisabuela y todos mis antepasados...
¡Cómo me dueles mi tierra!
¡Qué tristeza que ahora,
y cuando me llegue el momento de seguir al Padre,
no estoy allí contigo, mi tierra!
Pensaba que podría nutrirte con mi cuerpo,
y comprendo que no será así,
y es entonces que tanto me dueles.
Es cierto que somos
hijos del Padre
y pertenecemos al
pueblo de Dios, pero...
mi tierra, me dueles y mucho.
En ti están mis raíces, mi historia,
gran parte de mi vida,
siento que te pertenezco,
que soy tuya, pero...
¿lo sabes? ¡me dueles…!
¡Cuánto añoro tus paisajes, tus palmas!
Mira, mi tierra: aquí también hay palmas;
pero cuando sopla un pequeño viento,
se salen de la tierra,
allí tus palmas no son arrancadas por nada,
y aún con un rayo, quedan sembradas por sus raíces.
Pero yo aquí así me siento, así está mi ser:
desgajado de mis raíces y…
¡Cómo me dueles mi tierra!
Sólo en Dios puedo pensarte,
sólo con Dios puedo añorarte,
sólo con Dios puedo soñarte,
Y es que sólo En Dios yo
puedo sentirte…
¡Cómo me dueles mi tierra!…
Aparece entonces en mi la imagen bella, segura, erguida y tierna a la
vez,
la imagen de Ella, la de
Cachita, la madre traspasada de dolor,
mostrándome que el mío es poco.
Ella se duele de todos sus hijos,
se duele del dolor de sentir el olvido de muchos,
la represión de su amor por
Ella,
del suplicio de ser "usada", llevada y traída.
¡Madre mía, y de todos los cubanos!,
enséñanos a recobrar nuestra dignidad de cubanos;
desde dentro, aún viviendo
fuera,
desde fuera aún viviendo dentro.
Enséñanos, madre cubana a ser hermanos,
todos unidos por una sola
tierra, la nuestra,
¿dónde iremos que más valgamos?
¡Cómo me dueles mi tierra!
Como se inquietó Martí desde su
exilio,
me pregunto yo hoy: ¿podré ir a verte?
Y me respondo: "¡no puedo;
pues tendría que ver cómo te destruyen!"
¡cómo te humillan, cómo te deshacen!
Me respondo de nuevo: "No, no puedo; No, no debo…"
pero ¡me dueles mucho mi tierra, mi patria…!
¡Mi Cuba…!
Sara Mateo
Miami, 2010
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