Queridos en Ámense:
¡Feliz Navidad!
¡Hoy nos ha nacido el Salvador!, hoy
comienza la vida con nuevos bríos, no era antes Navidad ¡no! hoy comienza el
tiempo de la Navidad, antes estábamos en espera de la Navidad y ese tiempo se
llamaba Adviento, ahora comienza este tiempo maravilloso. Tú, que piensas botar
mañana el arbolito, como si ya se acabara la Navidad, no lo hagas, pues la
Navidad comienza hoy. Anoche fue Nochebuena porque celebramos el final de la
espera, su llegada, y propiciamos que El naciera con un signo peculiar que
marca esta realidad: la Alegría.
Es una alegría que revienta desde
dentro como una briza suave, un rico perfume, un manjar sabroso, es una
realidad que no depende de cómo estemos de cansados por lo que hayamos
trabajado, que no depende de lo sabrosos de la comida o de lo lindo de los
regalos o de la belleza de las luces. No es que esto no sea importante, sí es
importante para simbolizar esa realidad superior, que no se puede expresar con
palabras; pero cuando decimos que no depende, lo sabemos bien, por experiencia
propia; porque cuando pasábamos las navidades en Cuba, donde a duras penas tenías
un poco de arroz y frijoles y a veces podía conseguirse hacer un fricasé de
pollo porque hasta el tener puercos estaba prohibido, y donde no existían regalos
para comprar, ni siquiera un adorno ni una alusión publica al hecho de la
Navidad, cuando no había nada externo para alegrarnos, al conectarnos con este
Misterio, nunca dejaba de brotar ese Gozo inexplicable, que te mantenía en vela
hasta tarde y que te permitía participar en esa Misa de Gallo, lo único que no
pudieron erradicar, pero a la que muchas veces algunos de mis primos y amigos, acudían
con miedo y mirando para los lados a la hora de entrar en la iglesia, para que
no te vieran, pues podrías ser luego señalado y mal tratado en la escuela o en el
trabajo...
Nada de esto impedía que pudiéramos sentir ese aroma de vida nueva,
esa gloria de Jesús, esa ternura de María y ese amor de José. ¿Y "Santa"?
Santa o, "Santicló" -como
se cubanizaba- era conocido más por unos que por otros, y no era una tradición
fuerte, la única Santa que estaba
brillando y que se hacía sentir, para los que mantuvimos nuestras prácticas de
fe, era la Santa María, madre de Dios o quizá esa misma Noche Santa del
Nacimiento de Jesús.
Anoche también podían haber datos
concretos de nuestras vidas que pudieran hacernos sentir mal: mucho que hacer, estrés,
seres queridos lejos, alguien enfermo, personas pesadas, frases hirientes,
noticias desafortunadas, cansancios, dolores de huesos...todo eso puede estar y
aún así la Noche Santa de la Navidad predomina trayéndonos un soplo vivo de
Alegría y de Paz.
¿Pudimos sentirlo? Bueno, si no lo pudimos sentir, todavía
hay tiempo, pues este tiempo comienza ahora. Hagamos el necesario stop, para
dar acogida a este sentir profundo que brota de adentro de nosotros; porque es
ahí dentro donde El Nace; no ya en el pesebre de aquella primera Navidad, sino
que nace siempre en nosotros, especialmente hoy, que No celebramos el
cumpleaños de Jesús, como algunos dicen, celebramos su Nacimiento, no en el
pasado, sino actualmente, y nacerá aún en medio de los que no lo saben ni lo
conocen; si estos son capaces de abrirse a dejar sentir y expresar el Amor que
sienten el uno por el otro.
¡Que así sea!
Abrazos
Alberto y Sara
¡Ámense!