Queridos en
Ámense:
Ya estamos de nuevo en un tiempo
fuerte del año: la Cuaresma. El primero fue la Navidad, precedida del Adviento;
y vemos que todas estas celebraciones -de origen cristiano- han dejado una
marca en la cultura, en la vida de los pueblos; pero con el tiempo las
costumbres sociales van declinando en su expresión más auténtica, y la forma de
vivir la Navidad, en nuestra sociedad, es un exponente de ello; pero es una lástima
que también la Cuaresma haya quedado en la memoria general como algo triste,
semi-oscuro; de la que se prefiere no hablar, al punto de que se oyen
expresiones como "quita esa cara de cuaresma"; claro que en el argot
más popular -sobre todo el cubano- pueden oírse expresiones más fuertes como
"tienes una cara de m..." Pero la Cuaresma son 40 días, y no es
posible estar, no ya 40, pero un solo día entero con "esa cara"; pues
ya no sólo estaríamos afectados nosotros, sino que llevaríamos esa nube gris a todo
lo que está a nuestro alrededor, y si tenemos niños ¡para qué...!. Entonces
llamaríamos la atención de los demás, que nos tienen que decir algo, o, tal
vez, alejarse de nosotros, pues no pueden ya soportar esa amargura que se va
regando, y que no siempre es evidente, pero sí sutil y venenosa, como la
serpiente.
¡Qué lástima que la Cuaresma no
es entendida en su mejor sentido! Otros sienten que la cuaresma es hacer
sacrificios de ayunos, de dar limosnas a los pobres, de rezar en un
"recogimiento" que a veces es cerrazón, mutismo, poca comunicación
con los demás, y cuando todo esto se hace sólo por cumplir
"preceptos" de la Iglesia, ¡qué pesado es!, no se soporta; pero
podemos descubrir muchas veces que cuando hacemos algo así, por algún motivo
que puede ser hasta inconsciente, vamos buscando atención fuera de nosotros...
Es como si hubiera habido en nosotros faltas de esto, es como si tuviéramos un
vacío dentro, como si sintiéramos que no hemos sido, ni somos, lo
suficientemente atendidos, entendidos, apreciados y queridos por quien somos. Pero, la verdad es dura, y
hay que decirla, y es que eso, de seguro, ha podido pasar a lo largo de nuestra
vida: que no nos trataron conocidamente y esto dañó el conocimiento de nosotros
mismos, esto pudo hacer que llegáramos a la juventud, a la adultez y hasta a la
ancianidad, arrastrando el peso de no haber sido tratado justamente por quién
en realidad somos. Y este trato no acorde con nuestra verdad, es en sí mismo injusticia; y si nos ponemos a recordar
podemos darnos cuenta que nosotros mismos pudimos habernos aliado a la
injusticia que se hacía contra nosotros mismos; pues ésta, en el momento que
sucedió, fue hecha como un bien, sin el menor conocimiento por parte de los
demás, de que era un mal. Un daño así no es tan hondo si lo hacen personas
alejadas de uno, pero es más profundo cuando fueron nuestros propios padres,
hermanos, maestros, líderes, los que lo hicieron, sin quererlo hacer claro,
porque ¿qué padre o madre no hace lo mejor que puede por un hijo?
Pero bueno, lo cierto es que nos
trataron desconocidamente y esto es, hasta cierto punto natural, pues ¿quién
puede conocer la identidad más profunda de alguien? En realidad El Padre que
nos conoce desde que empezamos a formarnos, Sólo El. Entonces, es sólo El y
nadie más quien puede tratarnos conocidamente, es sólo en El, pues que podemos
encontrar la ansiada justicia de ser conocido, apreciado y amado; por quien
verdaderamente soy. Cuando buscamos mucho fuera, tratamos de que otras cosas o
personas "hagan la justicia" de apreciarnos de amarnos, y en
realidad, eso es un hecho Dado en lo profundo de nosotros, donde sí podemos ir
a buscarlo.
Es así como el mensaje de hoy,
Miércoles de Ceniza, lo que nos trae es un Aviso
de Esperanza, de Buena Noticia,
nos hace el llamado de acogernos a la Recompensa que el Padre nos da en nuestra
intimidad, para sentirnos iluminados por El, apreciados por Él, queridos por
Él; para no molestar más a los demás llamándoles la atención de forma
inadecuada, inmadura. Cuando hacemos esto unos y otros, la vida se convierte en
un juego de disfraces, de máscaras, donde prevalece el qué dirán, los aires de
superioridad, el deseo arrasador de ganar, de ser diferente, de acumular cosas,
conocimientos, buena fama, poder, bienestar o rodearnos de "amigos",
disfrutes, juegos, fiestas distracciones; todas cosas en sí buenas; pero que
cuando las hacemos halados desde afuera, sin estar centrados desde dentro, nos
hunden en un mundo de vacíos, dispersiones, insatisfacciones e hipocresías.
El mensaje que nos trae el
Miércoles de Ceniza, en cambio, es dirigido en primer lugar a adultos, personas
que ya no debemos depender de otros para sentir la Felicidad. Personas que
tomamos en serio la verdad de quién somos y que nos podemos lanzar confiados a
una lucha por encontrar la Felicidad. La Cuaresma es un tiempo que termina en
una Promesa de Resurrección, que es libertad, superación y realización. Todos
los daños recibidos a lo largo de nuestra vida, por haber sido tratados
desconocidamente, deben ir siendo enfrentados, conocidos y sanados dentro de
nosotros mismos, a través de procesos en los que nos hacemos responsables de
ese quien somos, porque nadie más lo
es, ya que nadie tiene la llave de mi conocimiento; sino yo mismo, junto a
Quien me ha creado y sostiene mi vida. Es un camino de re-encuentro, de perdón,
de búsqueda de la justicia, pero a través del método del Padre, que no es el método que nace de los
resentimientos, de los odios de las necesidades de venganza, o del competir sin
sentido.
Acojámonos, pues a la Cuaresma
como un tiempo favorable para reconciliarnos con todo, pero desde nosotros
mismos. Aprendamos a superar la hipocresía,
que no es más que una baja crítica, una superficialidad, una falta de ser
responsables de nuestra verdad, para ver, aceptar, implorar del Padre el perdón
y encontrar en El la Recompensa tan rica, tan sabrosa que puede llenar los
vacíos de nuestro corazón y dejarnos tranquilos, llenos de Su amor, para no
cargar más a los demás con nuestros daños, para romper la cadena de males y
abrirnos a un Bien Infinito; siendo quien somos: sus hijos muy amados. Entonces aceptaríamos la buena crítica, la que es
favorable a nuestro ser más profundo, la que también puede dolernos; pero es
ahí, justamente en ese dolor, no huyendo de él, asumiéndolo en intimidad con el
Padre, sin dejar que se vierta hacia afuera como una hiel que amarga la vida,
es desde ahí; donde debemos aprender el llamado que nos hace la Cuaresma de
frenarnos de buscar comidas y gustos externos (ayuno), de frenarnos en hacernos
superiores y competir (limosna), de frenarnos de buscar el centro y la atención
fuera de nosotros, siendo así que tenemos dentro todo el manjar más sabroso,
toda la dignidad más elevada, toda la comprensión aprecio más grande del mundo.
Esa es Su recompensa, la que debemos buscar y esperar lanzándonos a un camino
que, si es de verdadera pasión en el dolor y el sufrimiento, es justamente para
liberarnos de éste, y alcanzar la Felicidad serena y confiada de los hijos
Salvados en el Misterio mismo de entrega del Hijo de Dios, quien lleva la Cruz
con nosotros y nos muestra el rostro del Padre y su Madre santísima, llenos de
ternura y Amor por nosotros, que nos perdona todo, cuando acudimos a El. Es
aquí que aflora un misterio absolutamente Divino que supera todo concepto o
juicio humano. La Misericordia.
De ésta última habría mucho que
hablar y su Fiesta la celebramos el primer Domingo después de Pascua, pero
hagamos este camino de 40 días viendo sus signos aún en ese aire, ese tiempo
tan contrastante que aparece en este período del año con los vientos de
"cuaresma" y las lluvias sorpresivas, seguidas de sol que veremos.
Acojámonos a los cambios saludables, a la oportunidad de superación sólida de
nuestras personas en el Amor de un Dios que vive con nosotros en nuestro día a
día.
¡Animo! ¡avancemos en la lucha
hacia la propia libertad y superación! ¡Vivamos la cuaresma con ese sentido tan
humano y divino a la vez!
Abrazos
Alberto y Sara