En ocasiones cuando estamos ante un gran aguacero, sobre todo de esos que se dan en el mes de mayo, pareciera como que nunca va a escampar. Tan fuerte y tormentoso se aprecia el clima, el cielo se engalana con relámpagos, con truenos, se oscurece y aún siendo de día podemos ver como todo a nuestro alrededor se ensombrece. La lluvia torrencial lo llena todo, y la espera de que escampe, pareciera no tener fin… De pronto la lluvia cesa, de manera inesperada e imprevista, todo comienza a aclararse, las nubes de alejan y el cielo de va despejando, en pocos minutos, podemos ver un cielo azul precioso y; si no fuera por los restos de la lluvia, el suelo y las plantas mojados, las hojas caídas… ¡No se diría que hubiera llovido tanto!
Espero, Padre Nuestro que así sea el papado de Francisco I. En una elección corta y precisa, los feligreses pudieron sentir que nunca escamparía, que el tiempo se detenía y de pronto: dejó de llover… Sin avisar, el clima -a pesar del frío- mejoró, como presagiando algo bueno, la noche se iluminó y el Nuevo Papa, brilló. Sí, brilló, sin querer brillar, mostrando una humildad a través de la emoción de una mirada abarcadora y audaz; pero sencilla y hasta algo simple, natural como la Creación, sencilla como Jesús. Y todo resumido en un hombre común, tan sencillo como el simple de Francisco, el amante de lo Creado, el humilde y obediente de Dios, el fiel devoto del Padre, el seguidor de Jesús, ese hijo especial y espontáneo de María Madre, ese Francisco.
Cuantas coincidencias en mi vida este Papa elegido hoy me trae: mi espíritu franciscano, mi tendencia a admirar la preparación y formación de los sacerdotes de la Compañía de Jesús, la influencia en mi vida del modo de vida de Francisco a través de mi esposo - Fraile Franciscano y amante de Francisco y Clara de Asís- la devoción por Francisco de mi tío Pepe, ya fallecido… tantas coincidencias no pueden venir sino de Dios.
Alegría, júbilo, tranquilidad, y sobre todo Esperanza. Eso siento, quiera Dios que no se defraude mi entusiasmo, quiera Dios que Su Santidad, sea tal y cual lo imagino, de veras, es lo que más deseo en estos momentos. Quizá pueda verlo desempeñarse y sentirme orgullosa y confiada de mi Iglesia como nunca en mi vida.
Gracias Padre mío, por responder a nuestras plegarias y por darnos una vez más tu Amor.
Sara Mateo