Hoy quiero rendir homenaje al Día de los Padres, que se celebra en América el tercer domingo de junio, por tradición, en general; me gusta, antes de escribir sobre alguna fecha, conocer su procedencia e inicio cultural, su origen y me dirigí entonces a Wikipedia y encontré los países que celebran este día especial para los padres, en otros países de Europa, como en Francia y el Reino Unido, lo celebran el día de San José (19 de Marzo), en honor a ese hombre tan especial que crió y formó al Salvador.
Puede decirse que el escribir sobre fechas memorables recae sobre hechos históricos o personalidades de la literatura, o en personas que representan algo importante en el mundo, y yo no soy nada de eso, muy pocos me conocen. Sin embargo, siento que tengo una gran responsabilidad ante el mundo, por haber dedicado gran parte de mi vida, junto a mi amado esposo Alberto, al apoyo de la Institución Familia y a la Infancia.
Hemos fundado la Organización Ámense, del Estado de la Florida, que beneficia a todas las familias que deseen hacer la Buena Voluntad en sus hogares y, eso me hace decidir plasmar aquí mis modestas palabras en homenaje a la figura paterna. Como persona y, con todo respeto, me voy a dirigir primero a un hombre sencillo y entregado, especial por su sensibilidad, sabiduría y entrega, con sus éxitos y desatinos, un hombre normal: mi padre y padre de mis hermanos.
Especial por mostrar, con dolor, todo aquello que heredó de coraza en su cultura. Al final de su vida afloró su sensibilidad, al mostrar sus sufrimientos en cada momento en los que los entendió; alguien que partió al Padre liberado de sus daños y en paz, una paz que pudo transmitir hasta el momento de partir, y lo hizo solo, con valentía. Sí, porque, aunque no todos los que quisieron estar con él pudieron hacerlo, alguno de sus hijos estuvimos; sin embargo, por las cosas de la vida, él muere en un momento en el que estaba solito, así como mueren los buenos hijos de Dios. Sólo minutos nos separaron de estar ahí presentes, pero tanto Dios, como mi padre quisieron estar ellos solos en ese especial momento, así vivió mi padre querido, sencilla y profundamente en la Fe de Dios, todo el tiempo, una fe que su mente y fuerzas le alcanzaron, al menos, a transmitírmela a mí.
No fue alguien famoso, solo eso, mi padre, un hombre cubano que le fue arrebatada -como a muchos- la felicidad de vivir tranquilo, tal y como lo había planeado, con sus hijos y esposa y; alguien que fue despojado de todo eso, llevándolo a un sufrimiento interminable, que solo acabó el día que expiró.
Y así quiero llevar mi modesto homenaje a todos los padres, a aquellos que han podido y pueden expresarle a sus hijos su sentir, sea fuerte o no. Sí, a aquellos que pueden besar a sus hijos con tranquilidad, mostrarles sus lágrimas al emocionarse, y su tristeza al sentirla; incluso a aquellos que han podido expresar sus miedos.
También les quiero rendir hoy homenaje a los padres que no han podido hacer esto, y han confundido la sensibilidad con la debilidad; y que han cerrado sus ojos para no mostrar su llanto, temiendo que se confundiera con debilidad, con incapacidad de ejercer su autoridad de ser irrespetados por mostrarse débiles. A aquellos que siempre hablan con fuerza, que nunca parecen flaquear ante nadie, y muestran un valor y una hombría que ponen por encima de todo y de todos; a aquellos que han bloqueado la muestra de sus sentimientos a sus hijos, creyendo que podrían representar un daño para ellos, un desvío y una mala forma de mostrar lo que es un padre para ellos, que debe ser sinónimo de valentía, de fuerza, de hombría de dureza y hasta de inflexibilidad. Sí, a aquellos que al renunciar a todo esto, se han convertido en pobres de espíritu y por ello se han ganado ante Dios, las puertas del cielo.
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos (Mt. 5,3). El Padre de todos ha visto en la aparente debilidad, la fortaleza, sí, y en la vida diaria hay que tener mucho valor para mostrarse débiles, la fuerza es más fácil mostrarla, pero en el fondo, TODOS los padres tienen esa verdad profunda, llena de ternura para sus hijos. Esa verdad que no se pierde por nada en este mundo, ni por prejuicios, ni censuras, ni bloqueos… Ese tremendo amor de la paternidad es arrollador, nada lo puede frenar, y quieran o no, siéntanlo o no, créannlo o no ahí está dentro de ese corazón blando o duro; liberado o lleno de costras, ¡no importa! Lo verdadero, lo válido, es lo que hay dentro, y yo creo y quiero creer que eso bueno está ahí dentro del corazón de cada padre.
Por eso, y por haber contado con un padre como el que Dios me dio, les felicito a todos con toda la fuerza de mi modestia, de mi sencillez, de mi miedo y de mi valentía, les felicito de corazón y oro por los padres del mundo para que sepan mostrar, sin límites externos, su verdad de amor de ser padres de sus hijos y como hombres adultos, de llevar, sobre sus hombros, la responsabilidad de la infancia del mundo.
¡Felicidades a todos! Felicidades a mi hijo Víctor Manuel y a mi esposo Alberto, también a Carlos, a Jorge, a Armandito, a Vitico, a Ludwig, a Mandy, a Jorgito, a Alain, a Alejandro, a Yasit, a David, a Juan, a Fernán, a Robert, a Jesús, a Leonardo, a Mario, a Rogelio, a Pedro… y a muchos más que me ha tocado conocer de cerca.
¡Que Dios Padre le bendiga a cada uno!
Sara Mateo
Miami, 21 de Junio 2020