Cuando legué a su vientre me sentí totalmente seguro.
Un terciopelo suave me envolvía, y un resplandor de cielo me cubría.
Se movía mucho, trabajaba mucho, pero hacia mí siempre ofrecía
un cariño suave, discreto y seguro.
Nadie sabía de mí, sólo el Padre y ella, que ya había tenido tantos otros (leer todo)